Era un festival de ésos y yo tenía un dolor de cabeza terrible que creía que era fruto de la falta de sueño y del exceso de cerveza. Pero mis compañías me sacaron del error: "Pedro, te has quemado la calva".
Fue un golpe muy duro. Yo ni siquiera sabía que tenía calva.
Algo se rompió dentro de mí.
Tuve que ir a llorar detrás de una caravana para que los punkis no vieran que soy débil.