Retrete del bar Progreso, sito en la calle homónima. Vamos, que progresa todo menos el retrete.
Hoy, entre cafeses y cafeses me ha venido el tema del Destino, así, con mayúsculas.
Y es que conocí una vez en la facultad a un seminarista que daba la chapa siempre con que él se había metido en lo que se había metido porque era Su Destino. Que él tenía mucho éxito con las chicas y que incluso una llegó a enamorarse perdidamente de él (joder, si es que aguanto cualquier murga con tal de que me inviten a un café). Pero que él sabía perfectamente que era una prueba que le mandaba Dios, porque Su Destino ya se le había marcado Él. Que esa chica era para ver si era digno de ese Destino. Ver si era fuerte.
"No jodas". "¿Eh?". "Mira", dije yo, "Soy Ateo practicante, y lo que tengo claro es que en caso de haber un Dios, desde el punto de vista católico, ojo, tiene cosas mejores que hacer que ponerte pruebas o tal. ¿Qué coño sabes tú de Dios? ¿Que no son inescrotables o qué-sé-yo-que-pollas sus caminos? ¿Entonces? ¿Crees que creó un ser complejo, grácil y bello, como era esa chica, sólo para ponerte a prueba? Joder, de ser creyente me cagaría en tu blasfemia. Y aun cuando de verdad fuera una prueba divina... ¿no sería señal de que dejaras esa vida y tuvieras muchos niños con ella?"
El caso: Que el Destino no existe. Que queda muy bien para películas como Terminator o tebeos como V de Vendetta, pero que el responsable de tu vida eres tú. No le eches la mierda a nadie. Y que tengo que dejar de aguantar a cualquiera sólo porque me invite a un café.
"Faber est suas quisque fortunae", que dijo el fulano de la toga.
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