Todos cometemos errores cuando hablamos y
escribimos. Está claro. Todos.
Pueden ser debidos a falta de concentración...
a desconocimiento... a torpeza al mecanografiar... Pero hay un tipo especial de
error que me encanta y que no disculpo jamás: El que se comete porque te crees muy inteligente.
Académicamente esto se conoce como
ultracorrección y se define como 'la aplicación de normas gramaticales y ortográficas
en usos que no le corresponden'.
Y es que hay gente por ejemplo que
escribe o dice idiosincracia. Está claro que si utilizas esa palabra es
porque te las quieres dar de
persona culta, pero no, coleguilla: Se dice idiosincrasia.
Ejemplos más comunes son los de la gente
que por hacerse la fina, dicen bacalado o cola-cado en lugar de bacalao o
cola-cao.
Pero hay más errores de este tipo:
He visto a profesores de primaria escribir antigüo... Usar diéresis es importante ¡pero no tanto, oye!
¿Y quién no ha visto escrita así la palabra exámen? Claro, como exámenes lleva tilde, el singular a la fuerza también...
Pasa mucho también que para dárnoslas de que sabemos escribir acentuamos ésto o éso porque claro, es un pronombre y los pronombres llevan tilde para distinguirlos de los determinantes... ¡Y no tenemos en cuenta que ni esto ni eso funcionan jamás como determinantes!
En los telediarios se oye frecuentemente que usan se autoinmoló o autoinmolarse. Claro. Yo me autolavo y me autopeino todas las mañanas, pero está mal dicho. Bueno, en este caso me autopeino está doblemente mal dicho porque además estoy calvo. Pero el tema es que si ya se incluye la partícula se para reflejar que es pronominal, no hace falta que uses el auto, salvo para no llegar tarde al trabajo.
Todo ello son ejemplos de querer expresarse mejor que nadie aplicando reglas gramaticales pero muy de aquella manera.
Y venía yo cargado de más ejemplos,
francamente, pero se me han olvidado por el camino... Ya iré actualizando con más
ejemplos que se me ocurran.
Hasta la próxima entrega. Que seguramente
versará sobre el uso de latinismos. O no. ¡Ah! ¡El misterio!